En los últimos 500 años han cambiado muchas cosas en Cuenca. Desde la forma de pensar de sus paisanos hasta el asfalto que tapiza sus calles pasando por el enorme crecimiento de lo que aun hoy llamamos “parte nueva” para diferenciarla del casco antiguo. Este, en esencia, es de lo que menos ha cambiado. Es obvio que en estos años ha sufrido muchas modificaciones y reformas, pero en esencia sigue siendo muy parecido al casco antiguo que visitara Felipe II allá por el año 1564. Lo que si que no ha cambiado casi nada (a excepción del manto vegetal que se colocó en pleno siglo 20) es la hoz del Huecar. Sus farallones pétreos siguen viendo pasar el tiempo desde hace miles de años, imperturbables, magnificientes, desafiando a la gravedad con sus esculturas Kársticas imposibles. ¿Os imagináis si pudieran hablar?

Una cita con la persona especial, una tarde con la familia, un paseo en globo

 

Y es que Cuenca, al igual que el resto de España, a partir del siglo XVII entró en una grave crisis que la sumió en un inmovilismo del que pocos conseguían escapar. Las cosas, salvo cambios de caras y de manos, siguieron manteniéndose fijas hasta hace muy poco. En los últimos 60 años la ciudad, España y el mundo entero han sufrido una revolución que ha cambiado todo de raíz. Todo. Hasta el punto que una persona que viviera en la primera mitad del siglo XX tendría mucho más que ver con un paisano del siglo XVI que con un milenial del XXI.

El casco antiguo de Cuenca no ha cambiado tanto desde el siglo XVI

Lo que no ha cambiado nada, aparte de nuestras hoces, han sido nuestras motivaciones y sentimientos, las de los conquenses, las de los seres humanos. Tanto en el siglo XVI como en el XXI nos ha movido el amor, el anhelo de libertad, la necesidad de ser felices; una cita con una persona especial, una tarde con la familia, un paseo en globo… Son esas microhistorias perdidas en el tiempo las que han configurado nuestra historia y han creado nuestra ciudad. Ustedes y yo somos el producto de cientos de antepasados que vivieron, se relacionaron y murieron felices, apasionados, tristes o desesperados. Somos el producto de sus emociones, de su historia, de sus vidas. Y casi todas esas vidas, se han perdido para siempre en el tiempo. Lo poco que nos quedan son nuestras hoces, que los vieron crecer, sentir, amar y desamar.

Microhistoria 7; Ana y Juan, una historia de amor.

 

Algunos de nuestros lectores conocerán la historia de Ana de Villareal. Nosotros no pretendemos contarla en detalle (el que quiera conocerla puede buscar el libro La Cuenca Marginada del siglo XVI de Heliodoro Cordente). Nosotros sólo pretendemos contar un momento de la historia de Ana y Juan, tal y como hacemos siempre en nuestras Microhistorias.

Corría el verano de 1582. Juan siempre había estado enamorado de Ana y ya le había hecho más de una declaración de amor anteriormente. Ana era una chica de una belleza singular y Juan no era el único que había mostrado su amor por ella. Juan llevaba meses visitando a un amigo que vivía en el barrio de San Gil (actual jardín de los poetas) para encontrarse “casualmente” con Ana que también vivía allí, pero nunca había conseguido un minuto de intimidad con ella.

Sabedor de los paseos que solía dar Ana por el campo aquel día Juan decidió esperarla en un lugar de la hoz del Huecar, al otro lado del puente de San Pablo, por el que sabía que pasaría. Allí, Juan la asaltó y le comunicó su voluntad inquebrantable de casarse con ella. El corazón lo tenía a mil por hora cuando la vio. Se arrodilló y le dijo lo que la quería. Ana cuando lo vio arrodillado también se emocionó, y en breve le dijo que sí, a condición de que su padre también aceptara al mancebo. Ambos volvieron a casa por el mismo camino (un camino que casi no ha cambiado) juntos, nerviosos, pensando que los sueños también se hacen realidad, ¿verdad?

“Juntos, nerviosos, pensando que los sueños también se hacen realidad”

 

Infelizmente el padre de Ana no estaba muy por la labor. Sacó la espada y amenazó al joven Juan; ya podía salir de allí si no quería acabar ensartado. Si realmente quería casarse con su hija lo primero que debía conseguir era el permiso del tío de Juan, don Bartolomé Muñoz, canónigo de la catedral, un cargo de extremo poder en aquel tiempo.

Como era de esperar don Bartolomé no dio su bendición. Eran otros tiempos. Ana pertenecía a otra clase social y obviamente no tenía la libertad de elegir. Juan debería olvidarse de ella.

No es difícil imaginar a ambos caminar por la hoz, cada uno por su lado, lamentando la vida que les había tocado vivir, sintiéndose los seres más solitarios y desafortunados del mundo. Queriendo huir de aquel mundo para vivir en libertad, mientras veían como caía el sol y los últimos rayos de luz iban deslizándose por las mismas rocas calizas por las que se deslizan hoy.

MICROHISTORIA 8 Los dos viajes en globo de Jose Luis.

 

Jose Luis fue nuestro primer repetidor. Voló con nosotros por primera vez en Julio de este año, en un vuelo privado con su familia y repitió una semana exacta después con otra parte de su familia. A pesar de despegar del mismo sitio en la hoz del Huecar, Jose Luis tuvo la suerte de disfrutar de dos vuelos en globo completamente distintos. En su primer vuelo recorrió la hoz del Huecar y luego atravesó la parte antigua primero y la parte nueva después hasta llegar a aterrizar muy cerca del nuevo hospital. Su segundo vuelo lo llevó por la hoz y pasó muy cerca del cerro de socorro. En aquella ocasión el viento del Huecar, siempre caprichoso, quiso sacarlo hacia el Sur para darle una visión muy diferente de su querida hoz.

El primer vuelo de Jose Luis brindando con el equipo

Tuvo la suerte de disfrutar de dos viajes en globo completamente distintos.

 

Y es que José Luis tiene una relación muy fuerte con la hoz. Nació allí, en una casa al lado del cruce con Molinos de Papel. Un lugar mágico por el que pasa el Huecar esculpiendo las rocas que todas conocemos. Cuando el nació aún no había asfalto en aquellos caminos y las distancias se superaban en burro o andando. El trueque también era frecuente.

José Luis, de niño, intentó entrar en el coro de niños de la catedral, pero no lo consiguió. A cambio la diosa fortuna lo puso a trabajar para una de las personas más poderosas de la ciudad; se hizo chofer del canónigo de la catedral. Él recuerda con mucho cariño lo bien que comía y todo lo que aprendió. Lo recuerda y lo cuenta, para nuestro deleite.

El segundo vuelo en globo por Cuenca de Jose Luis

Tuvimos mucha, mucha suerte de contar con José Luis. Nos contó historias de nuestra tierra que nos dejaron con la boca abierta. Historias como las que hoy os contamos.

MICROHISTORIA 9 Despertados por un globo aerostático.

 

Leticia nos conoció porque sus padres se despertaron un día por culpa del quemador del globo. Viven en la Hoz del Huecar, en la casa de los abuelos, que eran hortelanos y vendían en el mercado.

Cuando llamaron a Leticia para hablarles de un globo volando por Cuenca ella estaba viviendo en Francia con su perro. Está allí trabajando como Ingeniera de telecomunicaciones. A ella le encantaría volver a Cuenca y salir a coger moras por el cauce seco del Huecar en verano como solían hacer cuando eran niños.

Cuando la llamaron para hablarle de un globo volando por Cuenca ella estaba viviendo en Francia

Esta es Leti recibiendo su diploma de Bautismo de Vuelo.

En seguida Leticia nos contactó por INSTAGRAM para saber como podía entrar a volar en nuestro globo. Cuando eran pequeños ella y su hermano se subían a la parte más alta de las rocas y soñaban con atravesar la hoz en una tirolina. Lo que no habían soñado era con sobrevolarla en globo.

Así que cuando pudo venir a Cuenca en verano por vacaciones vino a volar con nosotros y pudo ver su hoz desde el cielo y escuchar el quemador que despertara a sus padres en directo. Y desde allí nos mostró su casa, la de sus abuelos, la de su familia.

Desde entonces, cuando nos comunicamos con los walkie-talkies siempre la usamos de referencia.

– ¿Por dónde andas Javi?

– Por la casa de Leti

CONCLUSION

 

Ana, José Luis y Leti pasaron sus infancias en momentos muy distintos de nuestra vida. Curiosamente a pesar de los años de diferencia la infancia de Jose Luis tuviera más que ver con la de Ana que con la de Leticia.

Los tres pasaron buena parte de su niñez en la hoz del Huecar, rodeados de los mismos muros de roca. Los tres lucharon por cumplir sus sueños. José Luis cumplió muchos de ellos y va camino de cumplir otros tantos. Ahora tiene una enorme familia que le acompaña todos los fines de semana de buen tiempo en su casa. Leticia, está en proceso de cumplirlos; aun vive en Francia y desearía volver, pero el hecho de haber acabado su carrera y encontrar un trabajo es un inicio excepcional. Para Ana no hubo tanta suerte. La suerte le tenía preparado un destino menos lustroso.

Los tres desearon ser libres, cada uno a su manera y, aunque Ana jamás hubiera podido imaginar que un globo volaría por el mismo lugar donde su amado Juan hincó la rodilla (mucho menos entender que diantres sería aquello de INSTAGRAM) sus sentimientos no serían muy diferentes de los de José Luis y los de Leti. Posiblemente los tres recogieran moras en el mismo cauce del río seco.

Ana jamás hubiera podido imaginar que un globo volaría por el mismo lugar donde Juan hincó la rodilla.

Un globo volando por Cuenca hubiera sido inimaginable 500 años atrás

Todos ellos formaron parte de la historia de nuestra ciudad. Todos ellos crearon y crean lo que hoy conocemos como Cuenca.

¡Vuela con nosotros!

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