Este fin de semana volamos con dos globos por encima de Cuenca. Era la primera vez que se hacía y fue todo un éxito, pero la historia que hay detrás quizás no sea la mejor. En el último momento tuvimos que improvisar.

El universo que rodea al mundo de los globos es una de las mejores alegorías que existen para entender el/los mercado/s. Uno puede hacer todas las previsiones que quiera, pero el mercado siempre se acaba comportando con autonomía propia y acaba yendo allá donde le lleve el viento. Eso nos pasó a nosotros este fin de semana. Llevábamos trabajando este evento durante semanas. Habíamos pedido permisos para poder limpiar de matojos las zonas de las que despegamos siempre, habíamos retirado una por una y personalmente (sí, sí, personalmente) cada una de las piedras que había en los más de 500 metros cuadrados que tenemos seleccionados como plataforma de despegue. Estaba todo perfecto. Todo. ¿Y qué pasó? De repente cambió el viento.

Creo firmemente que un buen empresario debe ser experto en el arte de la improvisación, pero creo igualmente que la improvisación es el fracaso de la planificación. Y esto es importante entenderlo bien; no se puede planificar todo, el que crea eso está perdido, pero hay cosas que sí se pueden y se deben planificar de antemano. ¿Cuáles son, entonces, las cuestiones que debemos planificar? La respuesta es tan simple como compleja al mismo tiempo; aquellas cuya energía para planificarlas no exceda de la energía necesaria requerida para mitigarlas si aparecen o, dicho de otro modo, aquellas cuyos recursos de planificación justifiquen en el medio plazo los recursos necesarios para mitigarlas, caso sea necesario. Todo esto, siempre, de la mano de la probabilidad. Es decir, aquellas cosas extremadamente improbables no deben consumir nuestros recursos en la planificación (a no ser que estos recursos sean casi ínfimos)

En nuestro caso, el viento dominante siempre es viento del Este que viaja hacia el Oeste. Sin embargo, este cambio repentino de viento que tuvimos este fin de semana, de Norte a Sur, ocurre una de cada 25 veces que volamos. Ese dato lo sabíamos y, en nuestra operación normal estábamos preparados para montar un globo en caso de que ocurriera, pero no dos; no teníamos espacio para ello. Dimos por hecho que no pasaría, sin pensarlo demasiado, pero ocurrió; vaya que si ocurrió. Las previsiones cambiaron de forma radical de un día para otro ¿Os suena? Es lo mismo que les pasó a los mercados mundiales con la pandemia, un cambio inesperado de tendencia. Nosotros no teníamos plan B. Ni para el viento del domingo, ni mucho menos para una Pandemia, por supuesto.

Al final tuvimos que correr para encontrar un lugar nuevo y, la suerte, aquella gran compañera de viaje de los intrépidos, nos echó una mano en el último momento y nos regaló un campo de cultivo que estaba a medio sembrar; tres días más tarde la siembra nos hubiera impedido usar ese campo de despegue. La operación fue un éxito rotundo; la pericia de nuestros pilotos hizo el resto. Dos globos atravesaron los cielos de la ciudad; fue algo excepcional porque, como he comentado al principio, nunca antes se había hecho.

Toca reflexionar. Somos grandes improvisadores, pero aquel día fracasamos en la planificación. Todo salió bien ¿Conclusión? Ambas cualidades son necesarias en un empresario, pero detectar los errores y tratar de no volver a cometerlos es crucial para alcanzar al éxito. La próxima vez lo tendremos pensado de antemano.

¡Vuela con nosotros!

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